historia de los gallos de pelea

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¿CUÁL ES EL ORIGEN DE LOS GALLOS DE PELEA?


Desde épocas inmemorables; antes del invento de la escritura, el hombre dejó indicios de cómo era su vida, es así que en las pinturas rupestres encontramos junto al uso de la lanza, el arco, las flechas; a los animales domésticos, de los que se alimentaba, siendo las aves los más frecuentes.
 
Por otro lado según la primera literatura de la cual se tiene referencia (Enciclopedia China escrita hace 1500 años AC.); se dice que los gallos de pelea llegaron a China desde el Oeste y se mencionan sus peleas. La India se encuentra al Oeste de China, por lo que es casi seguro que de ahí llegaron los gallos. Es posible que los sacerdotes budistas, al viajar de la India a China, llevaran consigo gallos de combate al Imperio Celestial. Los sacerdotes, en general, eran la casta más culta de la antigüedad y sus condiciones de vida los llevaron a dedicar su atención, entre otras actividades, a la cría y mejoramiento de estas aves.

En el Código del Manú, libro de las leyes de la India en el que se encuentra la historia de la creación, se establece que las peleas de gallos tuvieron lugar en China bastante tiempo antes de la era cristiana.


Tal vez por influencia cultural China, la afición haya pasado a Japón. De esto nada se sabe y sólo se trata de conjeturas basadas en la ubicación geográfica de estos países y el hecho de que debido a las guerras internas por el poder, el triunfo de una dinastía provocaba la huida de los derrotados, los cuales emigraron al Japón y llevaron consigo sus pertenencias, con ellas el gallo de pelea. Así, el criador japonés empezó a desarrollar sus estirpes, y con la dedicación y paciencia que lo caracteriza logró obtener animales de calidad excepcional que aún subsisten. El gallo de pelea figura en escudos heráldicos de casas nobles japonesas de mayor abolengo.

Mientras que en el Oriente misterioso y legendario surgían estas estirpes de gallos fuertes, grandes, resistentes y de patas poderosas, el Bankiva fue diseminado en el resto del mundo por los viajeros, comerciantes y guerreros conquistadores, originándose así numerosas estirpes por doquier.


historia de los gallos de pelea


Se puede afirmar, basándose en las aseveraciones de diferentes historiadores, que durante su expansión al Oeste el gallo de pelea invadió Persia, Babilonia y Asiria.

Persia, que en un momento de la historia fue un imperio de inmensa extensión, riqueza y poderío, introdujo el gallo de pelea en su territorio a raíz de la conquista de Ciro sobre la India, el cual se aclimató rápidamente. El gusto por las peleas se generalizó con relativa rapidez, las cuales llegaron a formar parte imprescindible de los festejos. De esta forma, los gallos se popularizaron.

Otras de las antiguas menciones que se hacen sobre los gallos en la literatura griega fueron escritas por los poetas Teognis y Epicarmo en el siglo VI AC.

En la antigüedad los gallos se habían diseminado por gran parte del Oriente Medio. Entre los pueblos que lo conocían también estaba el judío. Esto lo confirma el Dr. Rabbi Davis, rabino y erudito de la Biblia, quien al interpretar los versículos 30 y 31 del capítulo 17 del segundo libro de los Reyes, dice: "Nergal fue un combatiente o gallo de pelea y los samaritanos lo adoraron como a un dios". También en Egipto hay indicios de su existencia; se han encontrado piedras talladas con figuras que representan al gallo.

Así, los gallos bankivoide iniciaron su diseminación por toda Europa a través de los dos únicos medios entonces posibles: mar y tierra.

En la escritura jeroglífica, la figura del gallo significa "doble disposición de ánimo" por ser este animal el símbolo del coraje y acometividad ante la inminencia del peligro.

Luis José Delaponte, orientalista Francés, en su obra Mesopotamia, admite que las gallinas eran conocidas por los persas. También dice: "Los animales, cuya existencia certifican los antiguos textos o representaciones figuradas son... (Prosigue el texto y concluye:)…y las aves de corral". Hehn cree que "el lugar original de los gallos de pelea fue la India, de donde emigraron hacia el Oeste con los invasores medopersas".

Por otra parte, Bruno Meissner, asiriólogo alemán, afirma que en Babilonia se conocían las gallinas, los gansos y las palomas.

Schwenzner escribe que en Babilonia las gallinas y los patos formaban parvadas al cuidado de un pastor, quien era un zootecnista primitivo y algo así como el veterinario más antiguo conocido.



DISEMINACIÓN DE LOS GALLOS POR MAR

No existen datos seguros de cómo se introdujo el primer gallo de pelea en Europa septentrional. Todo lo que se puede decir al respecto son conjeturas basadas en la recopilación de datos históricos.

Los fenicios, pueblo de origen y lengua semíticos, habitaron en una región de Asia localizada entre Líbano y el Mediterráneo. Fueron los primeros internacionalistas que, apoyando y desarrollando la navegación, no reconocieron fronteras.

Su civilización era netamente mercantil y alrededor del año 1300 AC. iniciaron la colonización comercial del Mediterráneo, donde establecieron numerosas factorías y fundaron varias ciudades como Cádiz, Málaga, Cartago, etc. Eran mercaderes inteligentes y astutos, de espíritu explorador y errante, que cultivaron relaciones neutrales con los demás pueblos y controlaron el comercio marítimo desde Oriente hasta Occidente. Los fenicios comerciaban con Persia, país donde conocieron al pequeño bankiva de fama ancestral, y dado su espíritu de marcada inclinación hacia el juego, inmediatamente adoptaron las peleas de gallos como su diversión. Ellos se encargaron de transportar y establecer la cría de estos animales por las costas africanas y europeas del Mediterráneo, así como las del Mar del Norte que por su lejanía no eran visitadas con frecuencia. Entre ellas se pueden mencionar las de Inglaterra, Irlanda, Francia, Alemania, Bélgica, etc.

No se puede dudar que el ave diseminada por los fenicios en sus viajes era el bankiva, pues bankivas son las figuras ornamentales encontradas de esa época. Bankivas eran las aves heráldicas que aparecen en los escudos de armas de los pueblos visitados por los fenicios. Bankivas son los restos de gallos de entonces que han sido localizados. Bankivas eran las aves encontradas por los romanos en las Galias, Germania y Bretaña, y bankiva es el prototipo que bajo tal influencia se fijó en el gallo doméstico.

El historiador Tomás Dempster, en sus anotaciones publicadas en 1642, asegura que también está de acuerdo con lo anterior y en sus escritos señala que el Gamecock (gallo de pelea inglés) era oriundo de Persia, y que los fenicios fueron los encargados de diseminarlo entre los pueblos del Mediterráneo.

Sin embargo, antes de que se registraran esos hechos ya había gallos en Europa septentrional. En Bretaña, Rusia, parte de Escandinavia, Alemania, los Países Bajos y el norte de Francia, existía un tipo de ave predominantemente de tipo mongólico, de gran tamaño y abundante plumaje, según se deduce de los restos encontrados en las tumbas de esa época. Los huesos muestran que las aves eran muy pesadas y su abundante plumaje indica que vivían en un clima extremoso.

Cuando el gallo bankiva llegó a Bretaña y demostró su calidad, de inmediato fue cruzado con el tipo mongólico, dando origen a gran cantidad de estirpes que se diferenciaban por las proporciones de sangre que habían intervenido en su formación.

Se sabe que los hombres salvajes de Bretaña eran navegantes muy hábiles y viajaban continuamente con fines comerciales y de guerra. De acuerdo con esto, es razonable suponer que establecieron colonias y puertos a lo largo de la costa de Europa septentrional, y dado su gusto por las peleas de gallos los transportaran y establecieran la cría y peleas por todos esos lugares. Los criadores locales fueron obteniendo animales prototipos de la región ó país de acuerdo con sus preferencias; así se habla del gallo inglés, francés, belga, etc.

Esto es lo que se puede decir de la diseminación del gallo bankivoide por Europa desde el punto de vista de la navegación por los mares. Nos falta analizar cómo fue su expansión por tierra.



DISEMINACIÓN DE LOS GALLOS POR TIERRA

Doscientos años después de que Ciro El Grande conquistara la India, el imperio Persa, que estaba en su máximo esplendor, fue invadido y conquistado por Alejandro Magno, quedando el imperio oriental bajo el dominio griego.

Cuando los soldados conquistadores presenciaron las peleas de gallos se quedaron asombrados ante el valor y temeridad de estas aves, desarrollándose gran pasión por el espectáculo. Cuando los guerreros regresaron a casa, llegaron acompañados de algunos especímenes de estos admirables animales. Así llegaron los gallos a tierras helénicas.

Heródoto asevera este hecho cuando escribió: "... a la vez que el gallo se extendía desde Persia, también el gallo sagrado se extendía desde el templo de Hera a los alrededores...", y Aristófanes, el célebre comediógrafo, al mencionar las peleas de gallos en una de sus obras señala su procedencia persa y se refiere favorablemente a ellas.

Los griegos tenían verdadera pasión por las peleas de gallos. Hombres de todas las edades y condiciones sociales criaban y adiestraban sus gallos para el combate, dándoles de comer ajo y cebolla, según sus creencias, para aumentar su combatividad.

Hay un episodio en la historia griega que engrandece las peleas de gallos. El general ateniense Temístocles, el patriota incorruptible, aquel de la famosa frase: "Pega, pero escucha: tenemos que salvar a Grecia", antes de la batalla de Salamina, en la que un puñado de griegos derrotó al formidable ejército persa, detuvo a sus guerreros en marcha para mostrarles una pelea de gallos.

Preguntó a sus soldados si estaban dispuestos a hacer por la gloria de Grecia y la seguridad de sus familiares, tanto como hacían los nobles gallos ante su vista, que no daban ni esperaban cuartel y no cejaban en su empeño de triunfar o morir tan sólo por el placer de vencer. Cuenta la historia que ante esta elocuente arenga, los griegos se enardecieron de tal manera que arremetieron furiosamente contra los persas, infligiéndoles una derrota decisiva que salvó a la civilización helénica.

En Grecia se obligaba a los jóvenes a asistir a las peleas de gallos para que aprendieran cómo luchar. En la ciudad de Atenas había una ley que ordenaba que todos los años se celebrara un torneo de gallos en el Teatro Principal, sufragado por el Tesoro Público, en memoria de la alocución dirigida por Temístocles para exaltar el valor de sus guerreros.

En las Tetradracmas, monedas de Atenas, se grabó un gallo con una palma en recuerdo de la instauración de aquellas riñas. También aparece la efigie de un gallo en las monedas de los dárdanos, gente troyana, que tenían grabadas dos gallos peleando, lo cual indica la gran popularidad de las peleas en la región. Además, la efigie del gallo fue grabada en las medallas de Ítaca y Teamún.

Píndaro, máximo poeta lírico de Grecia, en uno de sus famosos himnos escrito varios siglos antes de nuestra era, hace alusión al gallo de pelea con el nombre de alektón, que utilizaron los poetas Simónides y Esquilo; el mismo autor cita, que en el año 490 AC, en una oda dedicada a Ergoclites, es exaltado por ser "belicoso como un gallo de pelea, en su propio corral".

Aristóteles, el célebre filósofo griego, en su Historia de los Animales menciona que los egipcios fueron los descubridores de la incubación artificial. Dice: "En ocasiones el huevo se incuba solo, como en Egipto, donde tienen la costumbre de enterrarlos entre el estiércol; también se ponen los huevos en vasos que se calientan; así son incubados y los pollos salen solos".

El culto a las peleas de gallos fue particularmente notable en la férrea y estoica Esparta. Este pueblo, celoso como ninguno, mostraba las peleas de gallos a la juventud como ejemplo de la inquebrantable voluntad de morir antes de ceder, y de procurar la victoria a cualquier precio sin importar nunca la fuerza y el poder del enemigo. Los gallos de Tanagra y Rodas (Rodea) eran los más apreciados, ya que pasaban por ser más belicosos "eran gallos grandes y fuertes, dotados de gran coraje". Después se prefirieron los de Media (Medes) y Calá (Chalsis).

Personajes destacados de la antigua Grecia eran aficionados a las peleas de gallos; se dice que Temístocles fue el primer gallero de fama; Idomeneo, rey de Creta y uno de los héroes de la Guerra de Troya, llevaba en sus escudos la efigie de un gallo de pelea; y Sócrates, el gran filósofo, tuvo al gallo en tal estima que al ser injustamente condenado a muerte, dejó un gallo como ofrenda a Esculapio, dios de la medicina.

De una forma u otra los gallos penetraron en el ámbito religioso. Un gallo que salía triunfante en la contienda era escogido para ofrecerlo en sacrificio a Apolo. Sin embargo, se consideraba que la ofrenda era más efectiva cuando se destinaba a aplacar la cólera de los dioses del Olimpo ó para obtener sus favores. Plutarco menciona la existencia de una estatua del dios Apolo con un gallo en la mano, para significar el amanecer, agregando que los pitagorianos adoraban un gallo blanco.

Los griegos colocaban figuras de gallos junto a Helios, divinidad que personificaba al sol y la luz. Onatas, estatuario griego, esculpió un gallo que colocó junto a la estatua de Idomeneo, al que la tradición suponía descendiente de Helios.

También se le atribuían funciones apotropaicas, divinidades que alejaban el mal, y posteriormente pasó a ser considerado animal octaniano, o sea, protector de las almas, como lo muestra una piedra grabada de la colección Stosch en que se representa a Persefonas y Demeter, divinidades.

En el caudal de costumbres y valores culturales que los griegos heredaron de los romanos estaban las peleas de gallos, que con el tiempo cobraron gran popularidad, incluso los historiadores definen que la palabra "Gallus", aplicada a los galos por los romanos, era un término Celta original: "Gael", porque según contaba César, aquel pueblo peleaba bajo el estandarte de un gallo. Y Plutarco decía que el pueblo de Caria acostumbraba a llevar gallos en los extremos de sus lanzas.

Dado que el imperio Romano abarcó gran parte del mundo entonces conocido, y como en todos los reinos y regiones que llegaron a integrar. Se imitaba cuanto se hacía en la capital; puede afirmarse que las peleas de gallos se extendieron y popularizaron por todo el Imperio, obteniendo un auge inusitado. Petronio, escritor latino, certifica lo anterior cuando nos habla de los torneos que se efectuaban en diversas provincias del imperio.

Plinio naturalista latino, nos dice que en Pérgamo, ciudad de Asia, había exhibiciones de peleas de gallos al igual que combates de gladiadores cada año. No se deduce de sus escritos si el propósito de las exhibiciones fuera civil o religioso, pero sí es claro que se trataba de una práctica en boga de su tiempo.

De la popularidad que entonces tenían las peleas de gallos dan testimonio los vestigios encontrados en diferentes lugares. Por ejemplo, en las ruinas de Pompeya se localizaron vajillas ornamentadas con gallos y un mosaico que data del siglo V AC., el cual se encuentra actualmente en el museo de Nápoles. Este mosaico muestra una fase de la lidia, que permite ver la similitud del espectáculo de esos días con lo que se estila actualmente.

Tema análogo al antes citado se observa en una escultura romana de aproximadamente la misma época, que representa a dos niños de corta edad: uno de ellos se aleja llorando, con su gallo muerto bajo el brazo, y el otro, con rostro gozoso, camina hacia el lado opuesto acariciando su gallo victorioso, que lleva en su pata izquierda una corona de ramas de pino.

También se han encontrado varias vasijas de considerables dimensiones; en las ruinas de Herculano, Pompeya y Roma. Todas decoradas con la imagen de individuos que sostienen sus gallos frente a frente en el momento que se disponen a soltarlos.

El modo de manejar los animales y la posición de los soltadores es idéntico a lo acostumbrado actualmente. Se considera que este trabajo es de manufactura más reciente que las otras obras mencionadas.

En las catacumbas romanas existe una piedra grabada en la que dos niños incitan al combate a sendos gallos. Se piensa que su objeto fue enseñar a los antiguos cristianos cómo deberían luchar hasta la muerte defendiendo sus creencias.

El gallo figura en los bajos relieves latinos junto a divinidades como Marte, Mercurio y otros dioses, lo cual indica el carácter religioso que se le atribuyó.

En Cartago, por haber sido colonia fenicia, también se practicaban las peleas de gallos aún antes de su conquista por los romanos. Se sabe que tenían gran auge y popularidad durante los reinados de Amílcar Barca y de su hijo Aníbal, uno de los genios militares más grandes de la antigüedad, y que fueron imprescindibles en los festejos de las victorias.

Los generales romanos hacían peleas de gallos para entretener y enardecer a sus legiones, razón por la que su popularidad siempre fue creciente, y así cuando conquistaban un pueblo o región, las peleas de gallos quedaban asentadas como una costumbre que rápidamente se arraigaba.

Sin embargo, no siempre los romanos llevaron el gallo de pelea a las tierras conquistadas. Hubo pueblos que ya los conocían y criaban con cierta técnica desde mucho antes que fueran dominados. Entre ellos se puede mencionar los habitantes de España, las Galias y Bretaña. Esto ya lo habíamos dicho cuando hablamos de los fenicios, por lo que no nos debe extrañar este suceso. Podemos decir que los fenicios difundieron los gallos por mar y los griegos y romanos por tierra.

De hecho tampoco los romanos se asombraron de encontrar aves de combate similares a las suyas que, como ya hemos visto, eran de tipo bankivoide, excepto algunos ejemplares de raza malaya encontrados en el sur de Francia, que llegaron ahí por vía marítima desde Madagascar.

Así pues, cuando Julio Cesar conquistó las Galias y Bretaña, encontró que las peleas de gallos eran familiares a los habitantes de esos países. Lo mismo observó cuando las legiones romanas llegaron a España. Al llegar los romanos a Bretaña se encontraron ante un gallo bankivoide de características bien definidas, al que se le habían dedicado muchos años de cría escrupulosa y que seguramente fue antecesor inmediato del Old English Game (viejo reñidor inglés), padre de casi todas las estirpes americanas.

De esta época data la pata de gallo con espolón artificial (espolón metálico de plata) descubierta durante las excavaciones realizadas cerca de Silchester, Inglaterra. Esto confirma que desde antes de nuestra era ya se conocía la confección y utilización de armas artificiales en las peleas de gallos. En esa misma región, como en Cornwall y en las cercanías de Londres, se descubrieron otros objetos que dan una idea de las modalidades usadas por los romanos en las peleas de gallos de aquel país.

En cuanto a Europa se refiere, tanto en Inglaterra como en la Península Ibérica se manifestó un deseo de perfeccionamiento mediante la cría y selección esmerada. Esta labor se vino desarrollando con empeño sostenido durante siglos y siglos, hasta que por méritos propios estas naciones llegaron a marchar a la vanguardia en la cría de gallos de pelea.

Durante la Edad Media no se suspendieron las peleas de gallos en Europa, y no se diga en Asia donde nunca han sufrido interrupción.

El historiador inglés Fitz Stephens habla de esta actividad cuando se refiere a la corte del Rey Enrique II (1154 - 1189), y hay varias constancias más de que las cortes medievales sucesoras siguieron practicando tal afición.

La primera contrariedad que tuvieron las peleas de gallos en Inglaterra fue durante el reinado de Eduardo III (1312 -1377), quien publicó un edicto prohibiéndolas. Este acto contrarió sobremanera a los nobles de la casa real, por lo que poco tiempo después se suspendió la prohibición. Mientras que en Francia en la página 408 de la Historia de los Inventos se manifiesta que las riñas de gallos fueron prohibidas como espectáculo público por orden del Concilio, en el año de 1260, debido a los muchos disturbios que provocaban, pero que así y todo, siguieron realizándose clandestinamente o con consentimiento tácito de los funcionarios también interesados.

Enrique VIII (1491 - 1547) erigió un palenque en Westminster y ordenó que se mostraran los gallos de pelea en las escuelas de toda Inglaterra y se les hiciera reñir como ejemplo de fortaleza, valor y energía. En el sistema escolar de Inglaterra no había clases los martes de carnaval; ese día estaba dedicado a las peleas de gallos en todo el país. Semanas antes del evento, los muchachos de las escuelas estaban obligados a dar dinero para comprar los gallos que se utilizarían en el festejo. A estas donaciones se les llamaba "Cock pennies" (peniques para gallos).

El rey Jacobo I (1566 - 1625), particularmente devoto a las peleas de gallos, y su hijo Carlos I (1600 - 1649) organizaban peleas en su propio palacio. A su vez Carlos III (1630 - 1685), hijo de Carlos I, tenía una estirpe de gallos conocida como Pyles. Eran gallos blancos con algunas manchas de rojo brillante que alcanzaron gran reputación mundial y los monarcas europeos los siguieron criando preferentemente. Se dice que este monarca dejaba las carreras de caballos por las peleas de gallos, pese a la marcada predilección social por las primeras.

Entre los criadores ingleses más destacados podemos mencionar al Dr. Bellyse, de Chester, a quien se le confirió el honor de representar a Inglaterra en una competencia internacional, saliendo victorioso de tan importante evento. El conde de Derby, también criador de caballos pura sangre, quien tenía sus famosísimos gallos colorados de pecho negro y patiblancos, que fueron base de gran número de estirpes de calidad excepcional.

La segunda prohibición en Inglaterra fue promulgada por Oliver Cronwell; la tercera y definitiva se decretó en 1840 y pese a que desde entonces prevalece esta prohibición, la afición aún se sostiene con gran popularidad. En Londres existió un lugar llamado Royal Cockpit, a donde, no obstante la prohibición, concurrían ministros, lores, profesionales, sacerdotes, industriales, comerciantes, terratenientes, etc.

Una de las galleras más antiguas de Londres se encuentra en la que fuera la residencia oficial de Winston Churchill, ya que su antepasado, el duque de Marlborough, fue un gran gallero y criador.

Durante la guerra peninsular los ingleses introdujeron sus gallos a España, impresionando a los de este país con la belleza de forma y plumaje de sus gallos. Herbert Atkinson nos comenta este acontecimiento cuando dice: "Cientos de gallos de pelea fueron embarcados y enviados a España por el duque de Wellington, por su ayuda de campo el coronel Mellish, y por muchos otros para divertir a la oficialidad y a la tropa". Posteriormente agrega: "No cabe duda que la mayor parte de estas aves fueron cruzadas con las nativas, por lo que podemos afirmar que por las venas de la mayoría de los gallos de pelea españoles circula sangre inglesa...".

Estos acontecimientos habrían de traer extraordinarios beneficios. El hábil criador español tuvo la sabiduría y habilidad de seleccionar lo poco bueno que llevaron los ingleses y desechar lo mucho malo. Con el tiempo el gallo criado en España, que por influencia de la sangre importada era llamado gallo inglés, se convirtió en un guerrero invencible al pelearlo con sus armas naturales, derrotando indiscriminadamente a todo sus oponentes y sirviendo como cimiento para la formación de nuevas estirpes.

En los países hispanoamericanos el gallo de pelea fue introducido por los conquistadores españoles, y en los Estados Unidos por los colonos ingleses e irlandeses. La afición y el arraigo que han cobrado las peleas de gallos en América ha sido tan notable, que ninguna disposición prohibitiva ha logrado desterrarla y seguramente nunca lo podrá hacer.

Algunos de los personajes más célebres que ha tenido Estados Unidos eran aficionados devotos y entusiastas a este pasatiempo. Abraham Lincoln gustaba de las peleas de gallos y además era un juez reputado; a Thomas Jefferson se le consideraba un ardiente aficionado; George Washington no sólo criaba y peleaba gallos, "brillándole de júbilo los ojos azules ante una reñida contienda", sino que los atendía personalmente y se dedicaba a escribir notas y comentarios sobre la crianza y el espectáculo. Fue tal su entusiasmo que desarrolló una famosa casta de gallos giros llamados Irish Grey y gustaba de dirigir personalmente los torneos del estado de Virginia.

Benjamín Franklin también fue famoso gallero y propuso que se usara el gallo de pelea como emblema nacional, en lugar del águila cobarde y rapaz. Después de una reñida contienda con argumentaciones en pro y en contra, perdió el gallo y fue elegida el águila para tan alto sitial por solamente un voto de diferencia.

Andrew Jackson fue otro devoto a las peleas de gallos y durante su período como presidente de los Estados Unidos de Norteamérica participó en algunos derbies y mano a mano en el Holmead Mayor, en la ciudad de Washington.

Es notorio que las peleas de gallos fueron la diversión favorita de los primeros pobladores de Norteamérica y hasta hace pocos años había una hermosa gallera establecida en los terrenos del capitolio de los Estados Unidos, en Washington, pues un gran número de congresistas eran aficionados a esta diversión. Actualmente, pese a la prohibición en la mayoría de los estados, se pelean tantos gallos como en cualquier otro país de América.

Existen varios testimonios que coinciden en afirmar que los primeros gallos y gallinas de pelea fueron traídos a América por los españoles. Gonzalo Fernández de Oviedo cita en el libro Historia general y natural de las Indias, como los navíos del segundo viaje realizado por Cristóbal Colón se aprovisionaron en las islas canarias de "refresco de agua e leña e pan fresco e gallinas", y al escribir sobre los animales inexistentes en las indias en la época precolombina, dice: "Hanse traído a esta isla, e a las otras comarcas e a la Nueva España e a la tierra firme muchas gallinas e gallos de los nuestros de España".


Autores: Dr. Enrique Tello Corbetto e Ing. Alfredo Price


Referencia del artículo: http://agropecuariaglobal.blogspot.com/